Argentina participa al más alto nivel del fenómeno mundial que está transformando la escena vitivinícola: el boom de los vinos orgánicos. Lo que arrancó como una curiosidad en góndolas especializadas, hoy es más común: las botellas de esta variedad se pueden encontrar en comercios barriales y restaurantes con una visión más moderna, juvenil e inclusiva. ¿El impulso? Los consumidores cada vez más versátiles, conscientes, y exigentes, tanto en el mercado local como internacional.
Lejos de ser una moda pasajera, varios expertos consideran que la producción orgánica de vinos se consolida como una tendencia sostenida. Lo que desencadenó este cambio de paradigma fue una explosión de proyectos, etiquetas, y experiencias enoturísticas.
Si vos también estás subido a la pasión por el enoturismo, o querés tomar contacto con la industria y los sabores de los vinos orgánicos de la Argentina, no podés dejar de recorrer las principales bodegas de Mendoza y Cafayate, en Salta. Estas capitales vitivinícolas argentinas no solo ofrecen paisajes espectaculares y climas ideales para el cultivo de la vid, sino también propuestas sustentables que respetan la tierra y exaltan la calidad de cada botella.
A continuación, vas a conocer las mejores bodegas de vinos orgánicos en Argentina junto a ideas para conocerlas, ya sea en una visita con degustación o con actividades más complejas. Si estás armando un viaje y te interesa este universo, revisá nuestos tours y excursiones en bodegas en Argentina, con opciones en los destinos mejor posicionados en la cultura del vino.
¿Qué es un vino orgánico y por qué crece como tendencia?
Básicamente, un vino orgánico se elabora a partir de uvas cultivadas sin el uso de agroquímicos, pesticidas artificiales, ni fertilizantes sintéticos. La idea es que el vino esté hecho con la menor intervención química. Es un proceso más naturalista que se enfoca en cuidar la dieta humana y el medio ambiente, y se busca reflejar con mayor pureza la identidad de cada región y cosecha.
Según datos de Vinodinámicos, en 2018, Argentina contaba con menos de 4.000 hectáreas certificadas como orgánicas. Solo cuatro años después, esa cifra superó las 10.000 hectáreas, colocando al país en el puesto número 8 del ranking mundial de viñedos orgánicos y superando a naciones tradicionalmente vitivinícolas como Chile, Portugal o Sudáfrica. El salto en la cantidad de fincas es igualmente notable: de 152 unidades productivas en 2019 a más de 300 en 2022, lo que representa un crecimiento del 100% en apenas tres años.
Veamos qué bodegas y proyectos lideran la tendencia en Mendoza y Salta.
Bodegas orgánicas en Mendoza
Mendoza concentra más del 80% de los viñedos orgánicos certificados de Argentina, por lo que se la considera el epicentro de la vitivinicultura sostenible del país. Este liderazgo no es casual, sino una consecuencia directa de su terroir privilegiado. El clima desértico, con más de 300 días de sol al año y una bajísima humedad relativa, crea una barrera natural contra plagas y enfermedades, lo que a su vez reduce la necesidad de intervenciones químicas.
Esta pureza del entorno se ha integrado muy bien con un enoturismo de clase mundial, donde las experiencias se centran en la conexión con la naturaleza y los ciclos agrícolas. No es un secreto que el Malbec mendocino es el rey indiscutido, y hoy en día expresa su máximo potencial en fincas orgánicas. Sin embargo, también prosperan variedades como Cabernet Franc, Bonarda y Chardonnay, que reflejan la diversidad y la riqueza de los oasis irrigados por el agua pura de deshielo de los Andes.
Si ya decidiste visitar la provincia y te interesa una experiencia vitivinícola moderna, sumate a nuestro tour de vinos orgánicos y biodinámicos en 3 bodegas de Mendoza. Y si preferís armar un recorrido personal, tené en cuenta estos cuatro proyectos líderes en la producción de vino órganico mendocino.
Domaine Bousquet
Es uno de los emblemas de la vitivinicultura orgánica. Con 260 hectáreas propias certificadas y un trabajo clave en la capacitación y apoyo a pequeños productores del Valle de Uco, allanó el camino hacia una producción más sustentable. Su filosofía es clara: "Mientras menos intervención tenga el vino, mejor, por una cuestión de identidad", señala Rodrigo Serrano Alou, su enólogo.
Bodegas de Grupo Avinea
Las bodegas Argento y Otronia avanza con el ambicioso proyecto "MatrizViva", que busca duplicar su superficie orgánica en Mendoza y alcanzar las 700 hectáreas libres de pesticidas en 2025. Su equipo desarrolló métodos innovadores para el manejo de plagas, como las hormigas cortadoras, sin recurrir a químicos, demostrando que la sustentabilidad también es sinónimo de creatividad y resiliencia.
Bodega Krontiras
Con 20 cosechas y 100.000 botellas anuales, se destaca por su enfoque en la agricultura biodinámica y la investigación constante para aumentar la biodiversidad y enfrentar los desafíos de la producción orgánica. Maricruz Antolin, su ingeniera agrónoma, explica que una finca certificada produce entre un 20 y un 30 por ciento menos de kilos que una convencional, pero la calidad y el respeto por el entorno compensan con creces ese esfuerzo.
Chakana
Otro nombre clave en la escena del vino mendocino con más de dos décadas apostando por lo orgánico y biodinámico. Facundo Bonamaizón, su ingeniero agrónomo, destaca que el mayor desafío es la convivencia con la fauna nativa y la necesidad de incrementar la biodiversidad para proteger los viñedos de forma natural.
Bodegas orgánicas en Salta: altura, sol y vinos orgánicos de carácter
La vitivinicultura orgánica en Salta es una historia de extremos y de altitud. En los Valles Calchaquíes, los viñedos se elevan entre los 1.700 y más de 3.000 metros sobre el nivel del mar. Este rasgo territorial guarda condiciones únicas en el mundo para el cultivo de la vid sin agroquímicos.
La intensa radiación solar y una amplitud térmica que puede superar los 20°C en un solo día favorecen el desarrollo de uvas con pieles más gruesas, colores profundos y sanidad incomparable. Además, los suelos arenosos y permeables obligan a las raíces a buscar nutrientes en las profundidades, resultando en vinos de una complejidad y estructura difíciles de comparar.
El enoturismo en la región se caracteriza por los paisajes espectaculares y la ia convivencia con culturas ancestrales. Si bien el Malbec de altura ha ganado prestigio internacional en los últimos años, la estrella indiscutible es el Torrontés, una cepa blanca de explosión aromática inigualable, acompañada por un carácter mineral y una acidez vibrante.
La fama mundial de Salta como destino vinícola se explica en gran parte por el auge de las bodegas orgánicas del Valle de Cafayate, como las siguientes:
- Bodega Nanni: referente de la vitivinicultura orgánica en Salta. Con viñedos certificados y una tradición familiar, sus vinos reflejan la pureza y el carácter del terroir calchaquí.
- Vinos Stutz/ Finca La Chimpeña también apuesta por la producción orgánica certificada en Cafayate, priorizando el equilibrio con la naturaleza y la mínima intervención en bodega.
- Utama Vinos Naturales suma una propuesta artesanal y natural, con visitas guiadas y degustaciones en un entorno de gran belleza.
Las bodegas en Cafayate ofrecen recorridos entre viñedos de altura, degustaciones de Torrontés y Malbec orgánicos, y la posibilidad de conocer de cerca el trabajo de productores comprometidos con el medio ambiente.
El desafío de producir vinos orgánicos
La transición hacia la producción orgánica no está exenta de desafíos. Las amenazas naturales, como las hormigas cortadoras, obligan a los productores a buscar soluciones innovadoras y a trabajar en armonía con el ecosistema.
El costo de producción puede ser entre un 15 y un 25 por ciento mayor que el de un vino convencional, y los rendimientos suelen ser menores. Sin embargo, la recompensa está en la calidad, la autenticidad y el impacto positivo en el entorno.
¿Se puede distinguir un vino orgánico en una cata a ciegas?
El debate está abierto. Algunos enólogos sostienen que los vinos orgánicos, al tener menos intervención y mayor respeto por el terruño, logran una mayor complejidad y autenticidad. Otros afirman que la diferencia no siempre es perceptible y que la calidad depende, en última instancia, del trabajo del productor y no solo del método de cultivo.