Un día en las Termas de Cacheuta



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  Moti Klein 16/08/2016

Tengo que aclarar de antemano que a mi me gusta mucho todo lo que me pasa cuando me baño en aguas termales. Podría decir que tengo cierta facilidad para llenarme de stress cada tanto, ya sea por exceso de trabajo o por frustraciones, y que los baños termales me funcionan como una catalizador que me hace sentir mejor física y espiritualmente.


Mi experiencia en el spa termal termas de Cacheuta se dio hace unos años cuando por trabajo me enviaron una semana a realizar una auditoría en 5 hoteles con viñedo de Mendoza.


El viernes por la noche, cuando ya había terminado mi ultima jornada laboral, en la cena de despedida, una compañera me dijo que ella iba a ir a las termas y me preguntó si tenia ganas de acompañarla. Yo estaba cansado y lo dude pero sentí que tenía que aceptar la invitación.


El sábado por la mañana nos pasó a buscar un traslado que incluía el pick up desde los hoteles de la ciudad de Mendoza. Tardamos cuarenta minutos en hacer el trayecto hasta llegar al spa termal que esta ubicado en un valle árido al lado del río Mendoza. Nos dejaron en el estacionamiento y lo primero que me llamó la atención fue la construcción vintage con mucha madera tanto del hotel resort como del centro termal. 








Nos explicaron un poco el funcionamiento del lugar y nos acompañaron a la entrada de las termas para darnos una bata de toalla para ponernos el traje de baño y empezar el recorrido.


Nos sugirieron un circuito que fue así: Sauna bajo tierra en una caverna natural, baño finlandés con agua fría, salida y ingreso a una de las piletas internas con aguas entre 35 y 42 grados centígrados. Luego el baño de barro que uno termina limpiándose en una ducha escocesa. Ya para el final del recorrido me sentí mejor. Con una sonrisa constante. Después me acomodé debajo de una caídas de agua a disfrutar como me iba golpeando y masajeando la espalda y los hombros. 


Cuando me di cuenta ya era el mediodía y fuimos a almorzar. La variedad de comida era muy amplia. Había verduras, carne, pollo, pescado y pastas para elegir en un buffet autoservicio. Yo no estaba alojado en el hotel, de haberlo estado, después del almuerzo hubiera aprovechado para dormir una siesta en la habitación. A mi me toco el turno del masaje que tenía incluido en mi excursión. 






El masajista hizo un trabajo tremendo. Fue una hora que quise que no termine nunca. Cuando salí del cuarto de masajes envuelto en una toalla suave caminando debajo del sol otoñal de camino a las piletas termales al aire libre con vista al río y a las montañas sentí seriamente que mi vida tendría más sentido si siempre me sintiera como me estaba sintiendo en ese momento.


Pasé el resto de la tarde dentro de los piletones de piedras llenos de agua calentita conversando con mi compañera de trabajo y con compañeros casuales de tarde termal mirando la cordillera de los andes en la cercanía.








Cuando anocheció nos llevaron de regreso a nuestro hotel. Esa noche me acosté temprano después de una cena liviana y dormí como hacía tiempo no podía. Al día siguiente me sentí lleno de energía.









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