Paseo por San Telmo: 4 lugares misteriosos

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  Luisa 14/11/2024

San Telmo es un barrio con un pasado tan antiguo como fascinante. Y este atractivo visual e histórico no solo se revela en sus calles adoquinadas, arquitectura colonial y bares o bodegones clásicos. La historia de este vecindario vive oculta en viviendas, parroquias, museos y hasta túneles que conservan más de 200 años de vida urbana. Por eso, visitarlo es ideal para quienes buscan adentrarse en la historia oculta de Buenos Aires.

Pero quien quiera conocer lo que esconde San Telmo no va a tener mucho éxito con solo viajar en colectivo o subte y bajarse en una de las manzanas para empezar un recorrido. La trama oculta del barrio aparece para quienes llegan con ojos para verla. Y en esta guia cualquiera puede encontrar los primeros indicios.

Estos cuatro lugares misteriosos en San Telmo enriquecen la identidad de la ciudad y son parte esencial del casco antiguo de la capital argentina. Así que, si estás en busca de un tour en Buenos Aires que combine historia oculta y rincones fascinantes, este recorrido es tu oportunidad. Empecemos.

Zanjón de Granados: descubrí los túneles subterráneos de San Telmo

El Zanjón de Granados se encuentra en la intersección de las calles Defensa y San Lorenzo, en pleno corazón de San Telmo. Se trata de un pasaje histórico que esconde uno de los sistemas antiguos de subterráneos en Buenos Aires. Se cree que sus túneles se conectaban con otras zonas de la ciudad a través de pasajes subterráneos hacia Plaza de Mayo y otros puntos estratégicos.

El descubrimiento de este paseo por túneles de San Telmo inició en 1985, cuando el comprador de la propiedad abandonada en Defensa 755 inició su proyecto de abrir un local gastronómico. Sin embargo, durante las excavaciones, descubrió algo que cambiaría los planes: bajo capas de escombros y basura había restos de una casona de 1830 y, más abajo, el sistema de desagües pluviales más antiguo de Buenos Aires.

La investigación de las ruinas reveló que la casa perteneció a la familia Miguens, de origen español. Tenía tres patios: uno de recepción, otro familiar y un tercero para la servidumbre. Originalmente contaba con 23 habitaciones, cocina y dos baños.

 

Pero los hallazgos no terminaron ahí. Bajo la casona, aparecieron arcos del siglo XVIII, sugiriendo que hubo una construcción anterior. Más sorprendente aún fue el descubrimiento de túneles de más de tres metros de altura, con paredes de ladrillo erosionadas por el agua. Estos desagües pluviales habrían sido construidos por los propios vecinos para controlar las inundaciones causadas por las lluvias.

Según los estudios urbanísticos, la casa fue abandonada hacia 1860, probablemente en el marco de la fiebre amarilla. Después de la epidemia los arroyos fueron entubados, y en 1892, con la llegada del agua corriente, los túneles perdieron su función. Algunos vecinos los usaron como sótanos, pero otros (como los Miguens) prefirieron rellenarlos.

A principios del siglo XX, el edificio se adaptó a nuevos usos. En la planta baja funcionaron comercios, mientras que el primer piso se convirtió en un conventillo que albergó a unas treinta familias de inmigrantes. 

Hoy, el Zanjón de Granados funciona como museo arqueológico. Su restauración llevó 38 años de trabajo para rescatar partes vivas de la evolución urbana y social de la capital. Entre los elementos recuperados se encuentran techos originales de quebracho, pisos de adobe, aljibes y cisternas revestidas con azulejos franceses. Estas últimas almacenaban agua de lluvia, y curiosamente, las familias solían mantener tortugas marinas dentro para purificarla.

Desde sus orígenes como residencia aristocrática hasta su etapa como conventillo, el Zanjón de San Telmo permite recorrer, literalmente, las entrañas de la ciudad de Buenos Aires.

La Casa Mínima de San Telmo

En el Pasaje San Lorenzo 380, a pocos metros de la calle Defensa, se encuentra una construcción peculiar: la Casa Mínima, considerada la casa más angosta de Buenos Aires.

Con apenas tres metros de frente y dos plantas, su fachada llama la atención entre las demás casas y edificaciones del barrio. Una puerta central, una ventana y un pequeño balcón en el primer piso componen su aspecto sencillo, coronado por una cornisa sin ornamentos.

Una advertencia: su frente es tan angosto que podrías pasarlo por alto. Según los especialistas, esto se debe a la cercanía de las casas linderas. En cualquier caso, vale la pena detenerse y fotografiar la casa para capturar su dimensión por tu cuenta.

La fama de la Casa Mínima surge de una leyenda urbana: según los vecinos, fue construida en el siglo XIX por un esclavo liberado, a quien su antiguo amo le habría cedido este pequeño terreno como reconocimiento a su servicio. Aunque no hay documentos que confirmen esta versión, el relato forma parte de su valor simbólico.

La zona donde se ubica formaba parte del antiguo cauce del arroyo Tercero del Sur. Hacia 1861, la manzana ya estaba urbanizada, y la casa era una de las pocas propiedades con alumbrado a gas, mientras las demás aún usaban lámparas de aceite. 

El historial de propiedad del inmueble no está del todo claro. Registros notariales indican que, en 1823, el terreno fue mensurado y vendido a Andrés de la Peña Fernández, y décadas después, en 1862, pasó a manos de José María Peña. 

Sí hay registros fotográficos de la casa a inicios del siglo XX, incluyendo una imagen de 1909 donde se ve a Jorge Luis Borges posando frente a ella. Aunque el célebre cuentista y ensayista no escribió sobre la casa, el poeta Baldomero Fernández Moreno sí la mencionó en sus textos. 

Entre 1900 y 1930, la vivienda quedó deshabitada, hasta que alguien modificó su estructura, cerrando un patio para convertirla en una vivienda independiente. Una foto de 1930 muestra a dos hombres frente a su puerta, ocultando sus rostros.

Finalmente, tras décadas de ocupaciones esporádicas, en 1988 la Casa Mínima fue vendida junto con el resto de la esquina a su actual dueño. Hoy es un testimonio de la arquitectura porteña y un símbolo de las transformaciones urbanas y sociales de San Telmo.

Iglesia de San Pedro Telmo: mística antigua y arquitectura colonial

La Iglesia de San Pedro Telmo es otro de los lugares cargados de misterio en San Telmo. El templo fue refugio para enfermos durante las epidemias del siglo XIX, y su interior guarda reliquias antiguas y altares coloniales. Se dice que algunos residentes creían que el espíritu de San Pedro protegía el barrio.

La historia de la parroquia inicia en 1733, cuando don Ignacio Zevallos Bustillo donó fondos para construir una casa religiosa destinada al auxilio espiritual de los pobladores del Alto de San Pedro. Por ese entonces, la zona marcaba el límite entre la ciudad y el arrabal, cruzando el arroyo Tercero del Sur.

Las obras comenzaron en 1735, bajo los planos del jesuita Andrés Blanqui. Después fueron dirigidas por los religiosos Juan Bautista PrímoliJosé Schmidt y el arquitecto italiano Antonio Masella.

Con su inauguración, el complejo fue nombrado Nuestra Señora de Belén y estaba conformado por la iglesia, un colegio-residencia y una casa de ejercicios espirituales. Tras la expulsión de los jesuitas en 1767, el lugar quedó a cargo de los padres bethlemitas. El 15 de diciembre de 1813, el templo se convirtió oficialmente en la Parroquia San Pedro Telmo, nombre que conserva hasta hoy y que identifica al barrio.

El edificio fue modificado a lo largo de los siglos. En 1942 se realizaron las primeras reformas, y en el año 2000 se restauraron los claustros, donde hoy funciona un museo que preserva objetos religiosos y piezas de más de 200 años de antigüedad. La ubicación sigue siendo la misma: Humberto 1º 340, a metros de la Plaza Dorrego.

Museo de Arte Moderno (MAMBA) y sus historias ocultas

El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA) es uno de los más interesantes de la ciudad, y un imperdible para cualquier paseo por San Telmo. Antes de hablar de su historia y valor urbanístico, una recomendación: los eventos nocturnos en el Museo Moderno son la clave para quienes buscan vivir la historia oculta del museo. 

El edificio fue construido en 1918 como sede de la tabacalera Nobleza Piccardo. El museo se fundó en 1956 como institución pública dedicada al arte vanguardista. Esa primera versión consistía en una planta baja en desnivel, dos pisos superiores, un sótano y un entrepiso con microcine y sala de conferencias. Además, su ubicación ya era una novedad: fuera de los circuitos tradicionales del arte en Buenos Aires, que se concentran en Recoleta y Palermo.

Desde su apertura hasta hoy, el museo ha reunido una colección de más de 7.000 obras de arte moderno y contemporáneo argentino e internacional, abarcando desde los años 1920 en adelante.

 

En 1987, el edificio fue reconvertido gracias a la donación del prestigioso arquitecto Emilio Ambasz, quien diseñó una ampliación que incrementó el espacio expositivo e incorporó tecnologías nuevas, como carpinterías de última generación con ruptura de puente térmico.

Tras su última remodelación en 2018, el museo expandió sus instalaciones de 3.000 m² 4.000 m². Su colección abarca desde las vanguardias históricas argentinas hasta producciones globales actuales, consolidándose como un espacio clave para el diálogo entre el pasado y el presente del arte.









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