San Telmo, esa mezcla porteña

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  Julieta Fraguío 14/06/2016

Cerca de la Casa Rosada, se encuentra el barrio más antiguo y bohemio de la Capital Federal. Entre anticuarios y cafeterías tradicionales, allí todavía se siente una Buenos Aires genuina.

Casas coloniales, callecitas empedradas y faroles que iluminan angostas veredas son parte del paisaje que San Telmo ofrece. A pesar del boom inmobiliario y el desembarco de locales de moda, arte y gastronomía que fueron modernizando la fisonomía de la zona, aún hoy el barrio palpita al ritmo de su historia. Su aire arrabalero y nostálgico, típico del porteño, se conjuga con las tendencias culturales más modernas y contemporáneas.


Comprendido por las calles Chile, Defensa y Piedras y las avenidas Ingeniero Huergo, Brasil, Paseo Colón, Martín García y Caseros, el distrito debe su nombre a la Parroquia de San Pedro González Telmo. Sin embargo, en sus orígenes, los terrenos conocidos como el Alto por su elevada geografía eran zona portuaria. La calle Real, hoy Defensa, era la más transitada en tanto conectaba la ribera del Riachuelo, donde estaba el puerto, con la Plaza Mayor (actualmente Plaza de Mayo). Sus primeros pobladores se asentaron estratégicamente en ese camino y a fines del siglo XVIII en una tierra baldía establecieron una parada para las carretas que trasladaban las mercaderías. Ese lugar hoy es la Plaza Coronel Dorrego, centro neurálgico del barrio, y punto clave para entender parte de la historia argentina. Recorre la historia de San Telmo con los Walking CityTours de Tangol.

La plazoleta fue escenario para la jura de la independencia de los vecinos porteños, firmada en Tucumán en 1816, pero además se convirtió en el epicentro a partir del cual se fueron estableciendo las familias patricias más tradicionales de Buenos Aires. Sus caserones coloniales signaron el perfil arquitectónico del barrio, aunque la identidad de la comuna fue producto de las clases pobres y trabajadoras.


En 1871, con la epidemia de la fiebre amarilla, los residentes más pudientes se mudaron al norte de la ciudad y sus viviendas se convirtieron en conventillos. Los inmigrantes, que por ese entonces llegaban en grandes contingentes desde distintas partes de Europa, alquilaban las habitaciones de esas enormes casas para vivir con sus familias hasta poder progresar, compartiendo con los demás cocina, baño y patio. Así, al hacinamiento, se sumó la mezcla de culturas, idiomas y sonidos que todavía se conserva, al punto que el tango y el candombe aún se escuchan por sus calles de adoquines, al mismo tiempo que se camina entre iglesias de distintas procedencias y religiones.

Mientras el barrio entraba en decadencia y adquiría su aire definitivo de humildad señorial, en la plaza funcionaba el Mercado del Comercio. Si bien este fue demolido en 1897 cuando se inauguró el actual Mercado de San Telmo, el perímetro siempre mantuvo vivo ese universo de la compra-venta con la creación en 1970 de la Feria de Cosas Viejas y Antigüedades (abierta todos los fines de semana). Su inauguración terminó de sellar la esencia de la jurisdicción, puesto que, a partir de su aparición, comenzaron a proliferar los anticuarios en todas las inmediaciones. Prueba la experiencia de los Tours en Bicicleta por el sur de la Ciudad.

Desde entonces, se han ensanchado avenidas y derribado lugares históricos (incluso la Casa del Naranjo, la más antigua de la ciudad, que databa del siglo XVII), pero San Telmo no ha perdido su perfume originario. No sólo porque todavía subsisten muchas construcciones con valor patrimonial, como la Casa Mínima, el Viejo Almacén o la Casa de los Ezeiza, entre otras, sino también porque sus locales de viejo y tanguerías han sabido metabolizar la contemporaneidad. Como espacio de fusión que supo ser, rico y pobre a la vez, el barrio, margen y centro de la ciudad, alberga museos de arte moderno y talleres de diseño exclusivo, junto con almacenes y ferias de usados; así como los cafés clásicos, del estilo de La poesía, El Federal o El Británico, conviven con restaurantes de autor. Este cóctel ciertamente delimita en cuadras nuestra personalidad. 

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